domingo, 5 de abril de 2009

Una exigencia necesaria

Por Agustín Lasso.

“Se anuncian proyectos que hasta hace poco tiempo pertenecían exclusivamente al terreno de la ciencia ficción, plasmados en obras ya clásicas como Frankestein, Blade Runner y Un mundo feliz. Ahora estos proyectos, se debaten en diversos ámbitos, escenarios y tonos. Porque la humanidad parecería encontrarse ante una encrucijada exigiendo decisiones políticas y éticas que implicarán consecuencias irreversibles en el futuro de la especie” *(1). Estos tiempos en donde se encuentra parada la humanidad están determinados por estructuras sociales que no perduran en el tiempo necesario para solidificarse: se tornan en líquidas y flexibles. Es dentro de este marco que la humanidad se debe parar en medio de la encrucijada a la que se refiere la antropóloga Sibilia, y exigir participación política en la toma de las decisiones que impliquen consecuencias irreversibles para nuestra evolución como especie y sociedad; refiriéndome más específicamente a lo que respecta esta exposición: a la intervención en la toma de decisiones en cuanto al desarrollo tecnológico.
El autor Herminio Martins para analizar la tecno-ciencia (ciencia aplicada a la tecnología) actual utilizó a dos figuras míticas: Fausto y Prometeo. La alusión a estos dos mitos, es utilizada para explicar dos tiempos en los cuales se utilizó de distinta manera la tecno-ciencia. Al principio esta se encontraba ligada a la tradición Prometeica, que tenía una visión puramente instrumental de la técnica, apuntando al bien común de la humanidad (proyectando mejores condiciones de vida para todos); creían que había límites que la ciencia no debía traspasar. En el transcurso del tiempo, el autor denuncia que parece haber ocurrido un cambio de paradigma en el cual la tradición Prometeica fue desplazada por la Fáustica. Esta tradición no concibe límites en el saber y el dominio que puede propiciar la ciencia; abandona la ambición de superar las condiciones de vida actuales, y actúa cegada por un impulso hacia la conquista y control de la naturaleza y hasta del propio cuerpo humano.
En la década pasada las compañías tecnológicas vociferaron con insistencia las maravillas del mundo sin fronteras y el poder de la tecnología de la información. Hoy, dentro del marco actual, las herramientas de la revolución parecen estar sirviendo al objetivo contrario. La navegación por la red y los teléfonos celulares se han convertido en poderosas herramientas de vigilancia estatal masiva por parte de regímenes cada vez más autoritarios (ya sea Yahoo colaborando con el gobierno chino para localizar disidentes, o AT&T ayudando a la agencia de seguridad nacional estadounidense a grabar las conversaciones de sus clientes sin permiso judicial, algo que la administración Bush siempre desmintió). Naomi Klein, en su libro La doctrina del shock, aporta datos interesantes acerca del tema. Afirma que muchas de las tecnologías que se aplican en la actualidad en la denominada “guerra contra el terror” (video-vigilancia, rastreo en la red, recopilación de datos), se desarrollaron en el sector privado antes del once de septiembre para crear perfiles detallados de los clientes y abrir nuevas perspectivas para el micro-marketing. Cuando el malestar generalizado ante estas tecnologías de Gran Hermano detuvo el avance de muchas de estas iniciativas, las empresas se desanimaron. El once de septiembre acabó con ese malestar: de repente, el miedo al terrorismo era mayor que el de vivir en una sociedad vigilada. Así, la misma información extraída de las tarjetas de crédito se puede vender no solo a una agencia de viajes o a Gap a modo de datos de marketing, sino que también al FBI como datos de seguridad.
Actitudes por parte de los gobiernos y estados como esas, llevan a que la población que no esté muy relacionada con el tema en cuestión, adopte posturas radicales al respecto. No es por nada que haya tantos tecnófilos y tecnófobos dispersos por ahí. Estas actitudes surgen de considerar a la tecnología tanto desde la idea del determinismo tecnológico, en el cual se cree que la misma crea consecuencias inevitables sobre la sociedad; como de la idea en la cual la tecnología es considerada algo independiente a la sociedad (tecnología autónoma). Es así que resulta inevitable coincidir con el autor Gordillo en que “la tecnología es un producto humano y como tal revela los valores e intereses propios de los humanos” *(2). Es indispensable demandar una activa participación de todos los sectores de la sociedad en la toma de las decisiones políticas (que no esté basada en la sustitución de un miedo por otro, como en el caso de los actos posteriores al once de septiembre), referidas a los proyectos tecno-científicos, ya que hoy en día marcan el cambio de nuestras estructuras sociales, y nuestro comportamiento como sociedades e individuos.
Anatole France declaró alguna vez que “Sin las utopías de otros tiempos, los hombres vivirían todavía en las cavernas, miserables y desnudos. Fueron los utópicos quienes dibujaron el trazado de la primera ciudad. […] Los sueños generosos alumbran realidades provechosas. La utopía es el principio de todo progreso y el ensayo de un futuro mejor” *(3). Sin dudas que la meta de este proyecto tecno-científico está íntegramente relacionada con la idea de progreso que se concibe desde el seno del poder político actual (quienes deben tener serias ambiciones depositadas en el desarrollo del proyecto). Pero deberían tener más precauciones con las delimitaciones de lugares hasta dónde puede llegar o no esta tecno-ciencia; además de que deberían empezar a pregonar la participación de todo ámbito social en la toma de decisiones, porque es solo cuestión de tiempo para que lo comiencen a exigir con toda autoridad. No sea cosa que por perseguir un sueño, una utopía (como dice France), terminemos en una pesadilla irreversible de la cual no podamos escapar.

*(1) Sibilia, Paula, El hombre post orgánico, capítulo 1, página 12
*(2) Gordillo, Mariano Martín, Materiales para la educación CTS del Proyecto Argo, capítulo 2, página 21.
*(3) Bauman, Zigmunt, Tiempos Líquidos, capítulo 5, página 137.

Bibliografía utilizada:

Sibilia, Paula, El hombre post orgánico.
Gordillo, Mariano Martín, Materiales para la educación CTS del Proyecto Argo.
Bauman, Zigmunt, Tiempos Líquidos.
Klein, Naomi, La doctrina del shock.

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